2007/11/02

Fragmentaciones . . . una notas.

Se desangra mi razón, la miro húmeda, mojada.

Como si ese llanto de tantas veces experimentado, me hubiera empapado de nuevo con su peso y su fragancia estrecha y profunda.

Me duele la razón por pensar mi razón, sin embargo también eso soy.

Porque soy, viví, y porque viví, hablo y escucho y sonrío, y construyo mi silencio, y magnifico mis movimientos, pues cada uno de ellos lleva en el seno, el rostro del acto, del hecho fundamental, del hacer, del sentir.

Nada en el sano juicio de la intensidad de las palabras proyecta un espacio inutil, vacío . . . todo lo ocupamos, las risas, las carcajadas, las miradas, las caricias, la imaginación hecha impulso, el deseo hecho acto profundo, las palabras atravesando los límites de nuestros propios lenguajes. Nada fué inútil, nisiquiera tus enfados, los caprichos, las indiferencias, las ausencias, las palabras y sonidos no emitidos, nada fué inútil. Los espacios ocupados nos permitieron vernos en nuestra justa dimensión, desnudos con nuestros prejuicios, desengañados con nuestras verdades, y mirándonos de frente recordamos quienes eramos antes de estar, y nos afirmamos distintos, diferentes, pero complementarios. No quisimos escucharnos, no miramos las espaldas que manteníamos como rostro constante, no depositamos la fragancia del enamoramiento como constancia interna. Partimos de nuestros puertos, para diluirnos en la espesa bruma superficial, nos cosumimos de frente a nuestras debilidades absurdas, cual disputa estéril, nos rendimos ante nuestros miedos y olvidamos quienes eramos, cada uno, Tú y Yo, él, ellos, Ustedes. Y así pasó el tiempo, y riéndose de nosotros, se sentó a mirarnos con la tranquilidad que dá la certeza del movimiento, del cambio, de la trasnformación natural y metafísica que poseen los cuepos y las mentes que se transportan y se conjugan a fondo. Es el secreto de la física cuántica, que magnifica sus distancias y sus momentos, que simboliza su fuerza y concientiza sus alcances estratosféricos. Es materia y sentido, es escencia y destino, pero finalmente somos y estamos. Sin olvidar quienes somos, vivir es una exigencia sobrenatural que alimenta el alma y la hace vibrar por vivir, es el proceso dialéctico y pedagógico de los riesgos vividos y evaluados a fondo. Es como el destello de la enigmática luz lunar que se asoma y nos mira mientras padecemos nuestro propio extravío.

Y así en el ocaso de tu olvido, te observo de nuevo para extenderte esta sonrisa como constancia de tu presencia.

Desde algún lugar del universo intergaláctico

MIguel A. Jauregui M.



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